lunes, 31 de enero de 2011

Antonio Cánovas del Castillo


Político español, artífice del régimen de la Restauración (Málaga, 1828 - Santa Águeda, Guipúzcoa, 1897). Licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid, las inquietudes de este joven de origen modesto se dirigieron inicialmente hacia la literatura (en la que le apadrinó su tío, el escritor Serafín Estébanez Calderón) y sobre todo hacia la historia, dedicación esta última que no abandonó ni en los momentos álgidos de su vida política; escribió notables trabajos sobre los Austrias y la decadencia española, que le valieron el ingreso en la Academia de la Historia (1860). También fue miembro de la Real Academia Española (1867), la de Ciencias Morales y Políticas (1871) y la de Bellas Artes de San Fernando (1887).
Sus inquietudes intelectuales se canalizaron, además, a través del Ateneo de Madrid, que presidió en 1870-74, 1882-84 y 1888-89. A la política llegó a través del periodismo, trabajando desde 1849 en el diario de Joaquín Francisco Pacheco, líder del grupo «puritano» que representaba el ala más conciliadora del Partido Moderado. Esa vocación centrista quedó confirmada al integrarse en la Unión Liberal, partido creado por O’Donnell para interponerse entre moderados y progresistas.
Su primera responsabilidad política fue la redacción del Manifiesto de Manzanares, que hizo públicas las posiciones de los militares participantes en la llamada «Revolución de 1854» (O’Donnell, Serrano y Dulce). Luego fue ocupando puestos políticos de importancia creciente, como los de diputado en las Cortes constituyentes de 1854-56, agente de preces en Roma, gobernador civil de Cádiz, director general de Administración Local, subsecretario de Gobernación, ministro del mismo ramo (1864) y de Ultramar (1865-66).
Su actitud ante la insurrección de los sargentos del Cuartel de San Gil (1866) le costó el destierro a Palencia, permaneciendo apartado de todo protagonismo político hasta que estalló la Revolución de 1868, que destronó a Isabel II.
Durante el Sexenio Revolucionario de 1868-74, Cánovas asumió el liderazgo de una minoría conservadora en las Cortes, señalándose en los debates contra el sufragio universal y la libertad de cultos. Atacó tanto al régimen democrático de Amadeo de Saboya como a la Primera República que le sucedió, aprovechando los fracasos de ambos ensayos para consolidar su opción de restaurar la monarquía de los Borbones, pero no en la persona de la ex reina Isabel -cuyo descrédito había provocado la revolución-, sino en la de su hijo, a quien haría reponer como rey con el nombre de Alfonso XII.
Una vez que abdicó la reina madre en el exilio (1870), Cánovas consiguió plenos poderes para dirigir la causa monárquica (1873), mientras orientaba la educación del príncipe en Inglaterra y le hacía proclamar el llamado Manifiesto de Sandhurst, en el que trazaba las líneas directrices de una futura monarquía parlamentaria, liberal y moderada, llamando en su apoyo a todos los católicos y descontentos con la situación revolucionaria desvinculados del carlismo (1874).
Fue fortaleciendo paulatinamente la causa alfonsina en medios políticos y acrecentando la viabilidad de la restauración monárquica a medida que quedaba desacreditada la opción republicana; pero, en contra de su voluntad, el general Martínez Campos se le adelantó, proclamando al rey mediante un pronunciamiento militar en Sagunto (1874). Sin embargo, por primera vez en la historia de los pronunciamientos españoles, los militares no quisieron ocupar el poder, sino poner en él a Cánovas, como líder de los partidarios de la Monarquía: el último día de aquel año, Cánovas formó un gobierno que ejercería la regencia hasta la llegada de Alfonso XII, el cual confirmó al gabinete en 1875.
Dueño de un poder prácticamente incontestado, Cánovas realizó en los dos años siguientes una obra ingente, que puso las bases del régimen de la Restauración, el cual habría de perdurar hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera (1923). Preparó e hizo aprobar la Constitución de 1876, estableciendo una monarquía liberal inspirada en las prácticas parlamentarias europeas. La clave era acabar con la violencia política y los pronunciamientos militares que habían marcado el reinado de Isabel II, asentando la primacía del poder civil. Pero para ello había que garantizar la alternancia pacífica en el poder; Cánovas diseñó un modelo bipartidista al estilo británico, formando él mismo un gran Partido Conservador a partir de la extinta Unión Liberal; y buscó una figura que aglutinara la opción política alternativa, encontrándola en Sagasta, que asumiría el liderazgo del Partido Liberal, con el cual se turnarían los conservadores en el poder.
Tras gobernar casi sin interrupciones hasta 1881, Cánovas dejó el poder a Sagasta en aquel año, recuperándolo en 1884. Al morir Alfonso XII en 1885 y para consolidar la regencia de María Cristina de Habsburgo, selló con Sagasta el llamado «Pacto de El Pardo», por el cual ambos partidos se sucederían sin enfrentarse en la gobernación del país. Y es que, efectivamente, la peculiaridad del régimen canovista era que las elecciones constituían una farsa manejada por las redes oligárquicas del caciquismo, mientras que el Parlamento y el gobierno se formaban de espaldas a la opinión pública, en función de pactos entre los líderes de los dos partidos dinásticos y con una intervención decisiva de la Corona.
Cánovas volvió a presidir el Consejo de Ministros en 1890-92 y en 1895-97. En su haber como gobernante hay que anotar la pacificación del país, poniendo fin a la sublevación cantonal (1874), la Tercera Guerra Carlista (1875) y la Guerra de los Diez Años en Cuba (1878). Inspirado por la «lección» histórica de la decadencia española, trató de impulsar un resurgimiento nacional, fomentando un nuevo patriotismo español con actos como los que conmemoraron el cuarto centenario del descubrimiento de América (1892).
Pero se mostró impotente ante los nuevos conflictos que suscitaban el nacionalismo catalán, el movimiento obrero, el anarquismo, las disidencias internas de su partido (Francisco Silvela) y la reaparición del movimiento independentista en Cuba (1895). Incapaz de abrir cauces para la participación política de nuevos grupos y aspiraciones, cuando murió asesinado por un anarquista italiano durante su estancia veraniega en un balneario, dejó al régimen ante una situación de crisis que se prolongaría desde la derrota en la Guerra de Cuba (1898) hasta su extinción (1923).

Constitución de 1876


El régimen de la Restauración se dotó de una nueva constitución que, en lo fundamental, es heredera de la moderada de 1845. Se reunieron unas Cortes constituyentes con mayoría canovista. En ellas se debatió y aprobó un anteproyecto redactado por Alonso Martínez, aunque su verdadero inspirador fue el propio Canovas del Castillo.
Principales rasgos de la Constitución:
  • Soberanía compartida Cortes con el Rey. Lo que significaba la negación de la idea de soberanía nacional.
  • Cortes Bicamerales:
    • Congreso elegido
    • Senado en el que se representan las clases poderosas del país:
      • senadores “de derecho propio”: Grandes de España y jerarquías eclesiásticas y militares
      • senadores “vitalicios”, nombrados por el rey
      • senadores elegidos por sufragio censitario de los mayores contribuyentes.
  • Fortalecimiento del poder de la Corona que se constituyó como eje del Estado:
    • Poder ejecutivo: designación de los ministros y mando directo del ejército
    • Poder legislativo compartido con las Cortes:
      • Derecho de veto absoluto sobre las leyes aprobadas por las Cortes
      • Poder de convocar, suspender o disolver las Cortes
  • Reconocimiento teórico de derechos y libertades, que en la práctica  fueron limitados o aplazados durante los gobiernos de Cánovas.
  • No se especifica el tipo de sufragio para elegir el Congreso. Posteriormente, bajo el gobierno del Partido Conservador de Canovas se aprobó la Ley Electoral de 1878 que establecía el  voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes.
  • Recorte de la libertad religiosa. Religión católica es declarada religión oficial del Estado.

El Sistema Canovista

domingo, 30 de enero de 2011

Comentario de imagen (página 191)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "Federación de Trabajadores de la Región Española" y "Partido Socialista Obrero Español".
4. Describe el desarrollo ideológico del proletariado, así como su actividad como movimiento . Utiliza para ello la imagen a comentar. Describe brevemente los problemas que enfrentaron al movimiento obrero dentro del fenómeno del internacionalismo.

Comentarios de mapa (página 187)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "proletariado" y "Sociedades de Socorros Mutuos".
4. Describe la llegada del internacionalismo en España, incidiendo en sus orígenes y posterior evolución. Utiliza para ello el mapa a comentar. Describe brevemente los problemas que enfrentaron a anarquistas y marxistas a partir de la I Internacional y su posterior evolución.

Comentario de gráfico (página 179)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "jornalero" y "hambre de tierras".
4. Describe los diversos grupos sociales que integraban la población activa en 1860, incidiend sobre las causas de esta división. Utiliza para ello el gráfico a comentar. Describe brevemente la evolución de las clases populares en la España del siglo XIX.

Comentario de texto (página 178)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "grandes de España" y "oligarquía".
4. Describe el ascenso social de la clase media, incidiendo sobre sus causas y consecuencias. Utiliza para ello el texto a comentar. Describe brevemente los diversos grupos sociales y su evolución en la España del siglo XX..

Pablo Iglesias


PABLO IGLESIAS POSSE Nació el 17 de octubre de 1850 en Ferrol (La Coruña). Siendo niño se trasladó a Madrid, donde comenzó a trabajar como aprendiz de imprenta en el Hospicio.
Ingresó en la Sección de Tipógrafos de la Federación Madrileña de la Internacional en 1870. Formó parte del Consejo Federal de la Región Española de la misma en 1871. Colaboró en el periódico La Solidaridad y perteneció al Comité de Redacción de La Emancipación.
En 1873 ingresó en la Asociación General del Arte de Imprimir, siendo Presidente de su Junta Directiva desde 1874 a 1885.
Fundador del Partido Socialista Obrero Español el 2 de mayo de 1879, ocupando la Presidencia del mismo mientras vivió.
Participó en la constitución de la Federación Tipográfica Española en 1882, de la cual fue Presidente a partir de 1885.
Dirigió El Socialista desde su publicación en marzo de 1886 hasta 1925, salvo un corto período de tiempo en 1913-1915.
Fundador de la Unión General de Trabajadores en agosto de 1888, siendo su Presidente desde 1899 a 1925.
Asistió al Congreso constitutivo de la Segunda Internacional en 1889, acudiendo posteriormente a cuantos se celebraron hasta 1910.
Ejerció como concejal del Ayuntamiento de Madrid en dos ocasiones, 1906 a 1910 y 1914 a 1917.
En 1910 fue el primer diputado socialista de España, siendo reelegido en cuantas elecciones se celebraron posteriormente (1914, 1916, 1918, 1919, 1920 y 1923).
A consecuencia del agravamiento de sus enfermedades dejó de participar activamente en la vida organizativa de las entidades socialistas (desde 1916 parcialmente y a partir de 1919 totalmente) aunque sin dejar su labor de propagandista a través de su pluma, escribiendo cartas y artículos, y sin dejar de ser en todo momento un referente ético y moral para los socialistas españoles.
Falleció en Madrid el 9 de diciembre de 1925. Su entierro constituyó la mayor manifestación celebrada en Madrid en mucho tiempo; cuando la comitiva llegaba al Cementerio Civil todavía partían algunas Sociedades Obreras de la Casa del Pueblo.
  • Fuente: www2.fpabloiglesias.es

UGT (Unión General de Trabajadores)

La UGT fue fundada por Pablo Iglesias en Barcelona el 12 de agosto de 1888, durante un congreso que tuvo lugar en el Teatro Jovellanos de la ciudad, coincidiendo con la celebración de la Exposición Universal de Barcelona de 1888, que había empleado a miles de personas en tareas de construcción, trabajando en duras condiciones que les había concienciado de la necesidad de organizarse para defender sus intereses. La UGT nació en íntima relación con el socialismo marxista, a pesar de su apoliticismo estatutario.
Hasta su XIV Congreso de 1920 no asumió la lucha de clases como principio básico de la acción ugetista. Aunque nunca llegó a establecer un órgano mixto de conexión institucional con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el sindicato sí estuvo relacionado con el partido desde su nacimiento, ya que hasta la década de los '80 la sindicación a UGT suponía la afiliación al PSOE y viceversa.
En el periodo de la I Guerra Mundial se produjeron tácticas de acercamiento y unidad de acción con los anarcosindicalistas de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y los comunistas. Se interrumpieron bruscamente al advenimiento de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, en la que algunos sectores de la UGT mantuvieron cierta colaboración con el régimen mientras que la CNT era prohibida por oponerse rotundamente a la dictadura.
Durante la época de la II República UGT rebasó el millón de afiliados y, con Largo Caballero, apoyó la revolución de 1934.
Tras el exilio forzado por la represión franquista, las actividades de la central pasaron de la clandestinidad durante la dictadura a su resurgimiento en el marco de la transición democrática, junto con Comisiones Obreras (CCOO), constituyéndose como las opciones con mayor afiliación en la España democrática. Desde la Transición hasta 1994 su secretario general fue el histórico sindicalista Nicolás Redondo; le sustituyó Cándido Méndez, reelegido en 1995, 1998, 2002 , 2005 y 2009.
Convocó junto a CCOO las huelgas generales de 1988, 1992, 1994, 2002 y 2010. Alcanzó también la segunda posición como central sindical en número de delegados.

PSOE (Partido Socialista Obrero Español)

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es un partido político de España de ideología socialdemócrata.
Fue fundado en 1879 por Pablo Iglesias, en un principio como partido marxista de la clase obrera, socialista revolucionario. Y evoluciona, más adelante, hacia tendencias reformistas, que se harán predominantes dentro de la socialdemocracia. Finalmente, con Felipe González, en el 28º Congreso del partido, en 1979, se termina aceptando la economía de mercado, renunciando a toda relación con el marxismo, incluidas las teorías revisionistas de Eduard Bernstein, que predominaron en el seno de la socialdemocracia durante la mayor parte del siglo XX. Al tiempo que se lograba la universalización de servicios sociales básicos, como la sanidad, la educación y las pensiones, adoptaba una política económica que fue calificada por algunos autores como socioliberal iniciando el proceso de privatización de sectores públicos económicos del Estado, tanto sectores primarios, como secundarios, como de servicios, y de diferentes ramas, tales como energéticas, telecomunicaciones, bancos, etc.
El Partido Socialista Obrero Español se fundó en Madrid el 2 de mayo de 1879, constituyendo uno de los partidos obreros más antiguos de Europa (sólo superado por el Partido Socialdemócrata de Alemania, cuyos antecedentes se remontan al año 1863), por el tipógrafo ferrolano Pablo Iglesias. Desde sus inicios, aspiraba a agrupar al proletariado industrial español bajo la ideología marxista. No obstante, su implementación fue muy irregular: sus principales núcleos se desarrollaron en Madrid, Asturias y el País Vasco, disponiendo de poca presencia en Cataluña, el mayor foco industrial de España.
El PSOE celebró su primer congreso en Barcelona en 1888, aunque no logró representación parlamentaria hasta el 8 de mayo de 1910, cuando la Conjunción Republicano-Socialista permitió a Pablo Iglesias obtener 40.899 sufragios y el acta de diputado a Cortes. Fue reelegido en 1914, en vísperas del asesinato de Jean Jaurés, con 21.956 sufragios, esta vez presentándose por Oviedo. El 9 de abril de 1916 repitió escaño con 18.054 sufragios. Durante agosto de 1917, y tras la crisis española de 1917, los miembros del comité de huelga, entre los que destacaban los futuros líderes socialistas Francisco Largo Caballero y Julián Besteiro acompañaron a Pablo Iglesias en sus últimos años de vida. Debido al papel activo que tuvieron durante la huelga general de 1917, fueron detenidos, juzgados y encarcelados con una condena a cadena perpetua, aunque eso no impidió que en las elecciones generales españolas de febrero de 1918 todos fueran elegidos diputados.
En el año 1919 Pablo Iglesias cesó parcialmente de sus obligaciones políticas a causa de una pulmonía y una salud cada vez más resentida. El 9 de diciembre de 1925 falleció en Madrid y su cadáver fue embalsamado y expuesto en la Capilla de la Casa del Pueblo de Madrid. Unos 150.000 ciudadanos acudieron a su funeral.

Marxismo


Partiendo del estudio histórico sobre la transición de unas sociedades a otras, Carlos Marx y su colaborador y amigo Federico Engels realizaron un análisis de la sociedad capitalista, indagando en sus contradicciones y planteando los medios para su destrucción.

El marxismo se alejaba de los postulados teóricos, reformistas, idealistas y supuestamente irrealizables del socialismo utópico.
La Revolución de 1848 constituyó un momento clave en el desarrollo de esta nueva corriente socialista pues, una vez frustrada, el marxismo reemplazó al socialismo utópico como corriente ideológica obrerista dominante, erigiéndose en motor y referente de buena parte de los movimientos revolucionarios de la segunda mitad del siglo XIX y XX. Fue precisamente en 1848 cuando se publicó el "Manifiesto comunista”, la obra más conocida del marxismo.
Las ideas marxistas no conforman un bloque unitario, pues los escritos de Marx han ido completándose con el tiempo y han sido objeto de notables revisiones.
El socialismo científico o marxismo presenta influencias de corrientes anteriores, destacando las que proceden de la filosofía alemana hegeliana (materialismo dialéctico), la del ideario de revolucionarios como Babeuf y la de activistas obreros como Blanqui.
En sus escritos "Tesis sobre Feuerbach" (1845), "Miseria de la Filosofía" (1847), el ya aludido "Manifiesto Comunista" y sobre todo "El Capital", Marx y Engels desarrollaron una teoría en la que destacan los siguientes aspectos:
1. El materialismo histórico
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los hombres las que determinan los hechos históricos. En tal sentido, diferencia entre infraestructura (la economía) y superestructura (la organización del Estado, los aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la producción artística, las costumbres, etc).
Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica constituye la base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las variaciones en la infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no de forma mecánica automática, sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre la otra. A largo plazo, sin embargo, el papel determinante corresponderá a la infraestructura.
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del proceso dialéctico de Hegel. Según este filósofio cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis) que implica la superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavista, feudal y capitalista. En ésta última la burguesía ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y hasta la religión) que le permiten prosperar material y socialmente, pero a costa del proletariado. Del mayor o menor desarrollo del movimiento obrero depende que la clase trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche por ellos a través de la acción revolucionaria.
2. La acumulación del capital
La intensificación de la explotación de los obreros (aumento del ritmo de trabajo, empleo de mano de obra infantil, jornada laboral abusiva, etc.), permiten al capitalista incrementar sus beneficios. Sin embargo, las ganancias se concentran en cada vez menor número de empresarios debido a que una parte de éstos -los menos competitivos- van desapareciendo y engrosando las filas de los desposeídos, el proletariado.
3. La plusvalía
Podría definirse como la diferencia entre la riqueza producida por el trabajo del obrero y el salario que éste recibe del patrono. Esa remuneración sirve para hacer frente a los gastos de alimentación, vestido y el alojamiento que necesita para subsistir y seguir trabajando pero no satisface el total del valor del trabajo desarrollado. Este hecho conlleva el enriquecimiento del capitalista, producto de la apropiación de parte la actividad realizada. La plusvalía sería por tanto, la parte del trabajo que el empresario deja de satisfacer al trabajador.
4. La lucha de clases
Las clases sociales para el marxismo están definidas por las relaciones de producción, es decir, por la forma en que los hombres producen mercancías. En el seno de las relaciones de producción, el papel que ocupa cada individuo está determinado por la división del trabajo, es decir, aquellos que desarrollan una misma actividad -y por tanto están sometidos a unas idénticas condiciones- conforman una clase social. Las clases sociales vienen determinadas por el lugar que ocupan en el proceso de producción de la riqueza. Unos la producen y otros se apropian de una porción de la misma. De esa relación no cabe esperar sino el antagonismo y la hostilidad entre explotados y explotadores.
A lo largo de la historia siempre ha habido clases enfrentadas. En las sociedades esclavistas (Grecia y Roma en la Antigüedad) fueron antagónicos los propietarios libres y los esclavos; en el seno de la sociedad feudal el enfrentamiento se estableció entre nobles y eclesiásticos por un lado y siervos por otro.
En el seno de la sociedad capitalista ocurre igual: la lucha de clases es protagonizada por la burguesía, propietaria de los medios de producción (capital, fábricas, máquinas, transportes, etc.) y por el proletariado que, al disponer únicamente de su fuerza de trabajo, se ve obligado a venderla a cambio de un salario que escasamente sirve para satisfacer la supervivencia.
Los intereses de ambas clases son antagónicos e incompatibles y conducirán indefectiblemente al enfrentamiento. A medida que el capitalismo vaya desarrollándose el número de obreros se incrementará, lo que unido al deterioro de sus condiciones de vida, conducirá a la revolución.
La revolución tendrá como objetivo conseguir una sociedad perfecta donde no existan ni explotadores ni explotados. Para ello será imprescindible la abolición de la propiedad privada, es decir, la socialización los medios de producción, evitando la mera sustitución de los antiguos propietarios por otros nuevos.
5. La dictadura del proletariado
Una vez que la clase obrera haya tomado conciencia de la explotación y opresión sufre, se organizará en torno a partidos de carácter revolucionario, siendo dirigida por una vanguardia especialmente capacitada y activa, empeñada en planificar la destrucción del sistema capitalista.
Esa acción que no debería circunscribirse a un solo país ya que, siendo las condiciones y los intereses de la clase trabajadora idénticos en todo el mundo capitalista, habría de concertarse con un caracter internacional.
A través de la acción revolucionaria los obreros deben derribar el gobierno de la burguesía y sustituirlo por uno de carácter obrero. Eso puede requerir el uso de la violencia, pues los trabajadores se encontrarán con la oposición de la clase dominante.
Una vez conseguido el control del Estado será necesario salvaguardar las conquistas realizadas mediante el ejercicio de una dictadura de los trabajadores, constituyendo éste el primer paso hacia la consecución de una sociedad comunista sin clases.
El nuevo Estado que surge de la revolución habrá de suprimir la propiedad privada de los medios de producción (elemento primordial en la explotación de la clase obrera) y sustituirla por la propiedad colectiva.
La tesis de la dictadura del proletariado ha sido una de las más controvertidas del marxismo, ya que implica la conquista de una de las claves de la superestructura social: el Estado. El modo de conseguirlo ha sido criticado por algunos autores posteriores a Marx, tildados por los marxistas clásicos de revisionistas.
6. La sociedad sin clases
Una vez consolidado el nuevo Estado, el peso de éste tenderá a disminuir hasta desaparecer, pues al haber desaparecido las amenazas que pesaban sobre él, el aparato coercitivo dejará de tener sentido y cada individuo trabajará voluntariamente en beneficio de la comunidad.
Las relaciones de producción se habrán transformado y los medios de producción no estarán concentrados en manos de una minoría, sino que serán colectivos. Por lo tanto, ya no habrá ni opresores ni oprimidos, tan sólo una clase social, la trabajadora. En su seno regirá la solidaridad y la armonía entre hombre y trabajo, éste ya no será fuente de sufrimiento y alienación. Se disiparán asimismo las diferencias entre agro y ciudad, entre trabajo manual e intelectual. En suma, se habrá alcanzado una suerte de paraíso en la tierra, el de la sociedad comunista.

Anarquismo

El término anarquismo es de origen griego y significa “sin autoridad ni poder”. Esta ideología, junto con el marxismo, constituye una de las corrientes del “socialismo”. Ambas, anarquismo y marxismo, coinciden en la crítica al capitalismo y en la necesidad de su eliminación, pero difieren radicalmente en cuanto a los métodos para conseguirlo. De hecho, a lo largo del siglo XIX ambos pensamientos se fueron alejando progresivamente, hasta convertirse en irreconciliables antagonistas.
El anarquismo estuvo muy influido por la idea roussoniana de que el individuo es bueno por naturaleza y es la sociedad (o el Estado y sus instituciones) quien destruye su felicidad.
Alcanzó su máxima influencia en el seno de sociedades escasamente industrializadas -España, Italia y Rusia-, en tanto que en países más avanzados tuvo mayor peso el marxismo. En España el anarcosindicalismo se materializó en la creación de organizaciones como la CNT (Confederación General del Trabajo) que jugaron un importante papel en el primer tercio del siglo XX.
Algunos sectores del anarquismo preconizaron la acción radical y violenta. Ello se concretó en atentados terroristas que reputaron esta corriente de agresiva y salvaje.
El pensamiento anarquista no es uniforme, sin embargo, sus defensores comparten algunas ideas afines:
El rechazo de cualquier tipo de autoridad -en especial la del Estado- y el repudio a cualquier forma de organización, sea de carácter partidista, administrativa o religiosa. Junto al rechazo a la autoridad preconiza la libertad individual.
Para los anarquistas el Estado capitalista constituye una estructura que posibilita la explotación de la clase obrera y por ello debe ser destruido. Rechaza tanto el juego político como la organización de partidos. El medio fundamental para eliminar al Estado es la huelga general, que permite arruinar a la burguesía.
La organización social ha de estructurarse de abajo arriba, partiendo de pequeñas comunidades autosuficientes y por libre decisión de sus miembros, expresada a través del sufragio universal, nunca por imposición.
La abolición de la propiedad, ya que ésta es considerada como un robo cuando se consigue sin trabajo. El derecho a la herencia (origen del status social) ha de eliminarse y sustituirse por la colectivización de los bienes.
La importancia de la educación. El hombre solo será libre cuando sea capaz de pensar por sí mismo y el mejor medio para conseguirlo es una esmerada instrucción.

El anarquismo español en el siglo XIX

El anarquismo español (Parte 1)



El anarquismo español (continúa parte 1)


Primera Internacional


La Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional, fue la primera gran organización que trató de unir a los trabajadores de los diferentes países.
Fundada en Londres en 1864, agrupó inicialmente a los sindicalistas ingleses, anarquistas y socialistas franceses e italianos republicanos. Sus fines eran la organización política del proletariado en Europa y el resto del mundo, así como un foro para examinar problemas en común y proponer líneas de acción. Colaboraron en ella Karl Marx, Engels y Mijaíl Bakunin. Las grandes tensiones, fruto de las diferencias programáticas existentes entre Marx y los partidarios del socialismo científico, y Bakunin y los partidarios del anarquismo colectivista, llevaron a la escisión entre ambos sectores: marxistas y bakunistas (considerando los primeros superado el modelo organizativo asociacionista y el programa propuesto por los segundos, en favor de la formación de una internacional de partidos socialistas obreros fuertemente centralizados, con un programa de mínimos basado en la lucha por conquistas sociales y laborales concretas, y uno de máximos basado en la lucha por la revolución social a través de la conquista del poder político por el proletariado).
En 1872 el Consejo General de la AIT se traslada desde Londres, donde está ubicado desde sus inicios, a Nueva York, disolviéndose oficialmente en 1876. En 1889 se establece la Segunda Internacional, de corte socialdemócrata, como la sucesora en sus fines políticos, y que durará hasta 1916, y en 1922 aparece la Asociación Internacional de los Trabajadores, organización anarcosindicalista, que prentende recoger el testigo del ala libertaria y que llega hasta la actualidad.
La Primera Internacional fue considerada como uno de los mayores factores que condujeron a la creación de la Comuna de París de 1871. Aunque esta idea es disputada, Marx hizo un escrito en relación con la defensa de la Comuna. Publicado como La Guerra Civil en Francia (1871), reúne el primer (julio 1870) y segundo manifiestos (septiembre 1870) del Consejo General la AIT y el manifiesto de junio de 1871, escritos por Marx.

Joaquín Abreu


Político español nacido en Tarifa en 1782 y fallecido en Algeciras en 1851, introductor del socialismo utópico de Fourier en España.
Introdujo en España de las ideas socialistas utópicas de Charles Fourier. Militar de profesión, combatió en la Guerra de la Independencia y, liberal exaltado, conoció el exilio ya en 1817. Fue elegido diputado a Cortes por Algeciras en 1821, durante el Trienio constitucional, y de nuevo en 1822 y 1823. A la caída del régimen liberal en 1823 y condenado a muerte, se exilió a Inglaterra y recorrió el norte de África y diversas naciones europeas para residir finalmente en Francia, donde conoció a Charles Fourier y colaboró con él. A la muerte de Fernando VII regresa a España, instalándose en Cádiz, y luego en Algeciras. Publicó en 1835 bajo el seudónimo de Proletario una serie de artículos en un periódico de Algeciras, El Eco de Carteya, que fueron reproducidos en El Vapor de Barcelona.

Ludismo


El ludismo fue un movimiento social que se caracterizó por la oposición a la introducción de maquinaria moderna en el proceso productivo. Se desarrolló durante las primeras etapas del proceso de industrialización y dió lugar a violentas acciones de destrucción de máquinas. Su origen se remonta a la acción de "Ned Ludd", su mítico líder, un tejedor que en 1779 fue supuestamente pionero en este tipo de prácticas tras destruir el telar mecánico que manipulaba. Se desarrolló entre 1800 y 1830, fundamentalmente en Inglaterra y su intervención estuvo jalonada por una oleada de amenazas, tumultos y desórdenes que amedrentó a los patronos y provocó la intervención del gobierno.
La causa principal que desencadenó los disturbios fue la precaria situación laboral y social creada tras la introducción de moderna maquinaria en la producción de textiles, arrastrando a la ruina a los telares tradicionales, impotentes a la hora de competir con las fábricas de reciente creación. Los viejos artesanos perdieron sus negocios y cayeron en el desempleo.
La agitación que afectó inicialmente a la industria textil se extendió también al campo, donde el supuesto cabecilla "Capitan Swing" y sus seguidores dirigieron su ira contra las trilladoras incorporadas a las labores agrícolas.
Las acciones contra las máquinas constituyeron el precedente de otras venideras, esta vez mejor organizadas, dirigidas, no contra las máquinas, sino contra sus propietarios. El ludismo reunía algunos rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen, frecuentes en períodos de crisis de subsistencias. Coincidió con ellos en la espontaneidad y en la ausencia de una ideología política definida que los vertebrase. Pero al tiempo, presentaba modernas peculiaridades propias de los movimientos obreros de la segunda mitad del siglo XIX.
El movimiento alcanzó su cénit coincidiendo con los altercados que se desarrollaron en Inglaterra durante los años 1811 y 1812, reprimidos con suma dureza por el gobierno, a raíz de los cuales fueron detenidos y juzgados numerosos revoltosos, de los que unos treinta fueron condenados a la horca.
Otros países padecieron similares desórdenes: fue el caso de Francia (entre 1817 y 1823), Bélgica, Alemania o España (Alcoy en 1821 y Barcelona en 1835).

Caja de resistencia

Una caja de resistencia es una institución temporal basada en el apoyo mutuo y la solidaridad. Las cajas de resistencia son utilizadas para aliviar la situación económica de trabajadores que se vean perjudicados en las acciones sindicales como protestas reivindicativas o huelgas de larga duración. En ellas los trabajadores ponen dinero para ayudar a otros trabajadores que se encuentren en apuros.

Sociedades de Socorros Mutuos

A mediados del siglo XIX el liberalismo desmantelaba el viejo sistema de caridad religiosa y particular del Antiguo Régimen (las cofradías), y lo sustituía por la beneficencia pública, concebida como instrumento de protección ante el riesgo social que representaba la pobreza y como medio de control y conversión de los pobres en ciudadanos útiles.

En España, el camino del asociacionismo, en su doble vertiente, asistencial y de cohesión social, estuvo jalonado de dificultades, y el derecho a asociarse no fue tarea temprana ni fácil. Hasta 1880 se aprecia un tratamiento claramente diferenciado de los anhelos asociativos, de tolerancia con aquellas formas tildadas de inofensivas (socorros mutuos, beneficencia, cultura-instrucción), y de represión de las sospechosas de alterar el orden vigente

La constitución de 1837, reinando Isabel II (1833-1868), no consagra los derechos políticos de asociación y reunión, y en la de 1845 ni siquiera se alude a ellos.

La Real Orden Circular de 28 de febrero de 1839 autorizando la constitución de asociaciones de socorros mutuos ha quedado como un hito en la historia del asociacionismo en España, aunque sólo avalaba la constitución de manera muy restringida y sujeta a la inspección de las autoridades civiles, de un modelo exclusivo de asociación, la de socorros mutuos (...) definiendo como tales “las corporaciones cuyo instituto sea el auxiliarse mutuamente en sus desgracias, enfermedades, etc., y el reunir en común el producto de sus economías con el fin de recurrir a sus necesidades futuras”.

El mutualismo es una de las respuestas de los sectores sociales productivos a su precaria condición, y se articula en torno a la solidaridad de sus miembros(...). Surge ante el abandono de los poderes públicos, e intenta regular un seguro elemental contra la enfermedad y el paro, pero también constituye el embrión del movimiento obrero y una forma de canalizar la resistencia política y sindical.

Aunque su vida es corta, puesto que se suspende por Real Orden de 25 de agosto de 1853, a su amparo surgen sociedades de socorros mutuos, como la Asociación mutua de obreros de la industria algodonera de Barcelona, disuelta en 1841 tras publicar un manifiesto en dicha ciudad, el 8 de diciembre de 1840, demandando la implantación del seguro de enfermedad y paro forzoso. Estas asociaciones, verdaderos embriones de los sindicatos modernos, sólidamente estructuradas y guiadas por la solidaridad, resisten y sobreviven de forma soterrada tras su disolución oficial por las autoridades moderadas en 1845. (1)

En la década moderada del general Narváez (1844-1854) lo importante era la disciplina. Daba igual solucionar los males, lo imprescindible era que dentro del orden, haya un poco de pan y toros; iluminaciones, fiestas de Carnaval, paseos por el Prado, Cúchares y el Chiclanero en los ruedos, grandes procesiones... Pero no se moderniza el Estado, ni la vida ciudadana; la Constitución de 1845 es todo lo contrario. (2)

Durante el bienio progresista (1854 a 1856), el capitán general de Cataluña suprimió en 1855, de un plumazo, todas las asociaciones obreras excepto las de carácter filantrópicas o de socorros mutuos bajo el control directo de la autoridad local, con el objetivo de conservar el orden público amenazado por la huelga de las sociedades obreras catalanas ante el llamado “conflicto de la media hora”.

“Los términos en que se planteaba el conflicto eran simples. Desde primeros de mayo de 1856, cuatro fabricantes habían impuesto a sus obreros hiladores que, aparte de las doce horas de lunes a viernes y las nueve horas los sábados, trabajasen media hora más el sábado por la tarde en las semanas en que había habido algún día festivo además del domingo. Los hiladores se negaron y fueron despedidos. Poco tiempo después, otros trece fabricantes imitaron la exigencia de los cuatro primeros... Los patronos exigían cincuenta y siete horas y media, y los obreros se negaban a la imposición de esta media hora suplementaria”. (3)

Las terribles condiciones laborales de las regiones industrializadas como Cataluña y las provincias vascas no eran menores en el resto de la España agraria. El trabajo, de sol a sol, y mantenidos. Los niños comenzaban a trabajar a los cinco años con jornadas de doce horas y las niñas eran empleadas de hogar a partir de los ocho. Tardará aún cincuenta años (1904) hasta que se promulgue la ley de Descanso Dominical. La educación escolar era casi inexistente, la explotación estaba generalizada en todo el país, a la falta de trabajo se unían a las grandes dificultades para poder sobrevivir. Las guerras coloniales exprimían las arcas del Estado y el derrame de vidas entre los soldados de quintas, que no podían pagar un dinero para librarse y con eso costear un reemplazista para no ir a la guerra, era dramático para la subsistencia de las familias.

También en 1856 se amotinaron varias ciudades de Castilla y León debido a la carestía de la vida y el elevado precio del pan y otros alimentos de primera necesidad provocado por la falta de previsión y el acaparamiento especulativo de los fabricantes y comerciantes de grano. Palencia, Valladolid, Rioseco, Benavente, Astorga, Salamanca y Burgos se levantaron contra el hambre y la miseria, obteniendo por respuesta la represión, fusilamientos y ajusticiamientos públicos. Entre los sublevados se encontraban varias mujeres, de las cuales algunas fueron procesadas y tres ajusticiadas en el patíbulo a garrote vil, una en Valladolid y dos en Palencia. (4)

Las organizaciones obreras fueron perseguidas y sus representantes encarcelados o desterrados.

En 1864 se crea en Londres la Asociación Internacional de los Trabajadores, la I Internacional, cuyos fines eran examinar los problemas de la clase obrera y proponer líneas de acción. Marx, Engels y Bakunin abren un camino reivindicativo que se extiende por toda Europa y el resto del mundo.
Los miembros de la Internacional dirigieron una gran campaña por una legislación laboral más progresiva: exigieron una jornada de trabajo más corta y condenaron el trabajo nocturno y todas las formas de trabajo perjudiciales para las mujeres y los niños. (5)

En España los gobiernos conservadores dieron lugar a una dura represión contra el asociacionismo obrero extendido por todo el país. Las grandes confrontaciones sociales matizaron la fase final del reinado de Isabel II.

En junio de 1869 se promulga la nueva Constitución: Monarquía parlamentaria, soberanía popular, sufragio universal masculino, reconocimiento de las libertades individuales... Se inicia la búsqueda de un rey con la oposición de republicanos y carlistas (que inician un nuevo levantamiento, la III Guerra Carlista). Finalmente en 1870 es elegido por las Cortes el candidato propuesto por Prim: Amadeo de Saboya, pero el asesinato del General Prim, deja al rey electo sin apoyos. Entre 1871 y 1873 la inestabilidad política es tremenda: En las Cortes, los partidos de oposición torpedean la labor de seis gobiernos. El Rey abdica en febrero de 1873, se proclama la I República, que es minoritaria entre los españoles. En solo un año tendrá cuatro Presidentes (Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Emilio Castelar), que se enfrentarán a levantamientos cantonales, insurrecciones y golpes de estado militares. El general Pavía entró a caballo hasta el hemiciclo de las Cortes para apoyar a Castelar, que no queriendo estar en el poder por medios no democráticos, dimitió. En diciembre de 1874 el general Martínez Campos se pronuncia en Sagunto a favor de la “restauración” en el trono de la monarquía, consiguiendo la vuelta de Alfonso XII gracias al trabajo realizado por Antonio Cánovas del Castillo.

La restauración de la Monarquía de 1874, al frente de la cual figura Cánovas, pone fin a la revolución burguesa iniciada en 1868, superada por la marea popular e insegura de sus propios objetivos. Este aparente fracaso servirá para apuntalar el sistema de dominación burgués y marginar del orden político al movimiento obrero organizado.

El Real Decreto de 10 de enero de 1874 disuelve la sección española de la Internacional, porque atenta “contra la propiedad, contra la familia y demás bases sociales”. Tres años antes, la Comuna parisina había significado para la burguesía española el descubrimiento de un enemigo nuevo y amenazador: la clase obrera organizada.

El sistema restauracionista es legitimado desde diversas instancias sociales con una nueva mentalidad positivista y con la aprobación de la Constitución de 1876, que afirma el orden social y el desarrollo económico que afecta a los sectores conservadores. Frente a las antiguas tendencias progresistas, idealistas y románticas, las miradas se vuelven ahora hacia el lema de “orden y progreso”. La economía española vivirá un período de fuerte expansión entre 1876 y 1886, gracias también a la coyuntura internacional. Pero no pueden ignorar la existencia y el factor que juega la clase obrera.

Los gobiernos europeos, inmersos en procesos de industrialización, pondrán en marcha comisiones informativas para la confección de estudios sobre las condiciones materiales y morales de la clase obrera, respondiendo al interés de la nueva clase dominante, la burguesía, por el control de las actividades de la clase proletaria.

Ateneos obreros

Los ateneos obreros aparecen en la segunda mitad del siglo XIX como alternativa a los ateneos que la burguesía ha ido abriendo en distintas ciudades como centros para el fomento de la cultura y del arte. Los ateneos obreros pretendían ser centros culturales populares, es decir, se centraban en las preocupaciones y necesidades culturales y de ocio de las clases trabajadoras. Destacarán, entre muchos ejemplos, el Ateneo Catalán de la Clase Obrera y el Ateneo Enciclopédico Popular.
Hemos señalado que se presentan como una alternativa a los ateneos burgueses pero, conviene, señalar, además que los ateneos populares surgen por el desinterés del Estado liberal por la educación y fomento cultural de los obreros.
Los anarquistas mostraron una intensa y constante preocupación por la mejora cultural de los obreros. Por su parte, los socialistas se incorporaron después hacia estas iniciativas desde una posición inicial más recelosa o tímida. A finales del siglo XIX cambiarán de posición y se lanzarán a intentar conquistar el espacio cultural perdido ante los anarquistas. En lo que sí estaban de acuerdo unos y otros era en que el triunfo de sus ideas debía ir precedido o acompañado de la educación del proletariado. Si los obreros no tenían educación ni cultura era imposible que la revolución triunfase, es decir, se convertían en instrumentos para el fin revolucionario que se pretendía.
Los ateneos se organizaron como un espacio común, una casa para todos los obreros, desde donde se difundían doctrinas e ideas sociales y políticas, especialmente las relacionadas con las ventajas de la asociación y la organización como medios para luchar en defensa de sus intereses, además del reforzamiento de la conciencia de clase. Este primer objetivo se fue acompañando del eminentemente cultural. Se abrieron en su seno bibliotecas populares, centros de lectura, escuelas para adultos y para los hijos de los obreros, y espacios para desarrollar el deporte, actividades musicales y teatrales, así como lugares para el ocio.
En el comienzo del siglo XX se vive una verdadera eclosión de ateneos obreros de signo anarquista, pero, también las casas del pueblo socialistas albergarán las actividades propias de los ateneos. Es importante destacar que, en algunos casos ateneos y casas del pueblo llegaron a contar con actividades relacionadas con servicios médicos, mutualidades y economatos.

Proletariado del XIX

El proletariado
El vagón de Tercera. Pintura de Daumier. Ampliar imagen
El vagón de Tercera
El término proletariado designa a la clase social constituída por proletarios. En la antigua Roma la componían los ciudadanos pobres que únicamente con su prole podían servir al Estado.


Más tarde aludió a quienes carecían de bienes y eran contabilizados en las listas vecinales únicamente por su persona y prole (sus hijos o descendencia). El término proletario se identifica, pues, con la clase obrera
Los miembros del proletariado en el siglo XIX poseían características comunes:
Estaban concentrados en las ciudades, donde se ubicaban las industrias, diferenciándose claramente de los trabajadores agrarios por su forma de vida e intereses.
Cezanne. Jugadores de cartas. Ampliar imagen
Cezanne. Jugadores de cartas
Van Gogh. La ronda de los presos. Ampliar
La ronda de presos
Padecían duras condiciones de trabajo (larga jornada laboral, falta de higiene) e inseguridad (paro, inexistencia de seguro médico, de desempleo o jubilación). La concienciación de su precaria situación los condujo a la protesta y la reivindicación organizadas, pero también a la alienación y la desesperanza: algunos se sumieron en el alcoholismo, el juego o la delincuencia.
Al carecer de propiedades, se veían obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
Pero también tenían diferencias:
Unos pertenecían a la industria fabril (en alza frente a la artesanal) y su número no dejó de crecer. Su escasa cualificación los hizo fácilmente intercambiables en las diversas tareas de producción.
Van Gogh. Tejedor. Ampliar imagen
Van Gogh. Tejedor
Degas. Planchadoras
Degas. Planchadoras
Otros trabajaban en el sector servicios (doméstico, vendedores ambulantes, etc.).
Abundaban los niños y la mujeres, peor considerados y remunerados que los adultos varones.
Persistíeron los viejos oficios artesanos, en retroceso con respecto a la industria moderna: zapateros, sastres, herreros, etc. A menudo eran los trabajadores con un mayor grado de especialización y formación, de sus filas surgieron las primeras protestas y reivindicaciones obreras.
Caillebotte. Cepillando el parquet
Caillebotte. Cepillando el parquet
Embarque de emigrantes irlandeses. 1850. Ampliar imagen
Embarque de inmigrantes irlandeses
En la escala inferior del proletariado, junto con niños y mujeres, hay que hacer mención a los inmigrantes, alienados por partida doble por su condición de trabajadores y extranjeros (ej., los irlandeses que se trasladaron a Inglaterra o USA).



Burguesía europea

La burguesía
El término burguesía fue empleado en la Edad Media para designar al grupo social compuesto esencialmente por comerciantes, artesanos libres y personas no sometidas a la jurisdicción señorial que vivía en las ciudades. En la actualidad es utilizado coloquialmente para designar a la clase social integrada por quienes disfrutan de una acomodada situación económica.
En el siglo XIX la industrialización y las revoluciones liberales le otorgaron el poder económico y político. Los revolucionarios socialistas y anarquistas consideraban a la burguesía la clase que, frente al proletariado (los obreros), ostentaba la propiedad de los medios de producción (capital dinerario, máquinas, materias primas, las fábricas, inmuebles urbanos, tierras, etc).
Sin embargo, la burguesía decimonónica en cuanto que clase social, era muy heterogénea y en su seno podían distinguirse los siguientes grupos:

La alta burguesía
Situada en la cúspide de la sociedad capitalista. Controlaba las industrias, la banca, el comercio y los altos cargos de la administración del Estado. Se adueñó de muchas tierras procedentes de la Iglesia y la nobleza arruinada, transformándose en terrateniente. Familias de significada relevancia durante el siglo XIX fueron los Rothschild (banqueros y comerciantes), los Krupp (magnates de la siderurgia), los Thyssen o los Péreire.
August Thyssen. Ampliar imagen
August Thyssen
Este grupo se aristocratizó en ciertos casos, bien uniéndose con la antigua nobleza, bien mediante la compra de nuevos títulos.

La burguesía media
El ingeniero Henri Roualt delante de su fábrica. Pintura de Degas. Ampliar imagen
El ingeniero H. Roualt
También conocida por "clases medias". Estaba integrada por profesionales de alta cualificación (abogados, ingenieros, intelectuales, profesores universitarios, miembros de profesiones liberales, etc.), comerciantes, agricultores acomodados, etc.

La pequeña burguesía
Constituida por pequeños comerciantes, artesanos, funcionarios de nivel medio-bajo, empleados diversos. Imitaba las formas de vida de la burguesía alta y media. En realidad se encontraba a un paso de caer en la proletarización. Buena parte de los problemas que aquejaron a este colectivo coincidían con los de los trabajadores. Junto a ellos intervinieron en protestas, demandas y reivindicaciones comunes, como ocurrió durante la Revolución de 1848.

Grandes de España

La Grandeza de España es la máxima dignidad de la nobleza española en la jerarquía nobiliaria, pues está situada inmediatamente después de la de infante, que está reservada a los hijos del rey de España y a los del príncipe de Asturias. Es otorgada por el rey y generalmente va unida a un título nobiliario, por lo que es hereditaria, aunque en ocasiones se concede de forma vitalicia a una persona en concreto, como los hijos de los infantes de España, que no heredan el tratamiento de sus progenitores. Es también la más alta dignidad de su clase de toda Europa, pues sus privilegios fueron mayores que los de otras figuras similares europeas, como los pares de Francia o los peers del Reino Unido.
Su origen se encuentra en las antiguas monarquías visigodas, aunque no es hasta el reinado de Carlos I de España en el siglo XVI cuando comienza a regularse y establecerse como la conocemos en la actualidad.
En el siglo XVII varios títulos más fueron recibiendo el alto honor que representaba la Grandeza, tales como el Conde-Duque de Olivares o el Conde de Oñate.
Con el advenimiento de los Borbones al trono español, se otorgó la Grandeza de España a varios Pares de Francia que ayudaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión. Desde entonces los monarcas españoles han continuado concediendo, con mesura, esta alta distinción a destacadas personalidades de la nobleza y de la vida pública nacional, como por ejemplo, la concedida por Don Juan Carlos I al que fuera Presidente del Gobierno durante la transición a la democracia, Adolfo Suárez, junto con el título de Duque.
En el siglo XIX dejó de diferenciarse entre los Grandes de Primera Clase y el resto de los poseedores de esta dignidad, siendo asimismo en ese siglo en el que más aumentó el número de Grandes, concediéndose esta elevada dignidad a diversas personalidades políticas y militares.
No obstante, se sigue considerando a los célebres veinticinco primeros, a quienes también se conoce como Grandes de Inmemorial, como la cabeza del estamento nobiliario español, y aunque sus prerrogativas honoríficas sean hoy en día las mismas que las del resto de los Grandes, su estimación como representantes de los más grandes y poderosos linajes de la España bajo medieval continúa intacta.
El título de Grande de España, como el resto de los títulos nobiliarios, estuvo legalmente abolido durante la Segunda República Española mediante el Artículo 25 de la Constitución de 1931.
La legislación nobiliaria se restauró en 1947 con la promulgación de la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, en la que según su artículo 1, España se declara constituida en reino y en su artículo 2 establece: «La jefatura del Estado le corresponde al Caudillo de España y de la Cruzada, Generalísimo de los Ejércitos Don Francisco Franco Bahamonde». Desde entonces Francisco Franco se arrogó el derecho de reconocer y conceder títulos nobiliarios.
La Constitución Española de 1978, en su artículo 62, reconoce al Rey el Derecho de Gracia, al amparo del cual se desarrolla la vigente legislación española en materia de títulos nobiliarios.
Aunque la dignidad de Grande se asocia tradicionalmente a los duques, puede acompañar a los títulos de marqués, conde, vizconde, barón y señor. Incluso en algunas ocasiones puede poseerse esta dignidad por sí misma, es decir, sin estar adscrita a un determinado título nobiliario.
Los Grandes de España, sus consortes y sus hijos primogénitos tienen tratamiento de Excelentísimos Señores; los hijos no primogénitos de los «Grandes» reciben el tratamiento de Ilustrísimos Señores.
En la actualidad cerca de 400 títulos nobiliarios ostentan la Grandeza de España, aunque el número de «Grandes» es menor, ya que varias Grandezas de España están en posesión de un mismo individuo (i.e. los Duques de Alba, los Duques de Osuna o los de Medinaceli, entre otros, poseen varios títulos con Grandeza).
Tal es la importancia reconocida a la Grandeza de España que los nietos del Rey, hijos de los Infantes de España, de acuerdo con la legislación vigente (Real Decreto 1368/1987), no reciben más tratamiento y honores que el altísimo de Grandes de España.

sábado, 29 de enero de 2011

Comentario de mapa (página 162)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "arancel aduanero" y "librecambio".
4. Describe el proceso de construcción del ferrocarril en España, incidiendo en sus orígenes y posterior desarrollo. Utiliza para ello el mapa a comentar. Describe brevemente los problemas que afectaron a España en su proceso de industrialización durante el siglo XIX.

Comentario de gráfico (producción y exportación de hierro, página 161)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "desamortización del suelo" y "convertidor Bessemer".
4. Describe el desarrollo de la industria siderúrgica en España, incidiendo en sus orígenes y posterior evolución. Utiliza para ello el gráfico a comentar. Describe brevemente los problemas que afectaron a España en su proceso de industrialización durante el siglo XIX.

Comentario de gráfico (página 158)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "hambre de algodón" e "indianas".
4. Describe el desarrollo de la industria textil en España, incidiendo en sus orígenes y posterior evolución. Utiliza para ello el gráfico a comentar. Describe brevemente los problemas que afectaron a España en su proceso de industrialización durante el siglo XIX.

Comentario de mapa (página 153)

- Cuestiones:

1. Describe el tipo de fuente utilizada.
2. Identifica las ideas principales, situándolas en su contexto histórico y en el núcleo temático correspondiente.
3. Explica, a grandes rasgos, los conceptos "desamortización" y "derechos jurisdiccionales".
4. Describe las transformaciones agrarias, incidiendo en las desamortizaciones y la estructura de la propiedad. Utiliza para ello el mapa a comentar. Describe brevemente la influencia de las revueltas populares, especialmente en el campo, durante el siglo XIX en España.

miércoles, 26 de enero de 2011

Red ferroviaria española (siglo XIX)


Desde finales de 1829 se suceden en España una serie de peticiones al gobierno de España a través del Ministerio de Fomento y su ministro Francisco de Luxán de la construcción de ferrocarriles. La primera línea férrea concedida en España, el 23 de septiembre de 1829, aunque no llegó a construirse entonces, fue promovida por José Díez Imbrechts para exportar los vinos de Jerez a través de una ferrocarril de 7000 varas de longitud, entre la ciudad de Jerez de la Frontera y un muelle en el río Guadalete. Fracasó al no obtener el concurso de inversores necesario (400 acciones).[1] Imbrechts traspasó el proyecto a uno de sus socios, un empresario español afincado en Londres, Marcelino Calero y Portocarrero, que lo reformuló en la línea llamada de la Reina María Cristina de Borbón, cuyo tendido había de ir desde Jerez al Puerto de Santa María y desde esta ciudad a Rota y Sanlúcar de Barrameda. El proyecto fue aprobado por Real Orden de 28 de marzo de 1830. Existe un cuaderno impreso en la Imprenta Española de don M. Calero, en Londres, aquel año 1830, donde se contiene la reglamentación y plano. Sí se llegó a realizar, en cambio, la que se puede decir que es la primera línea de ferrocarril en Península Ibérica, con 28 km el 28 de octubre de 1848 de Barcelona a Mataró, como concesionario D. José Mª Roca, que es abierta al público el 1 de noviembre de 1848. En 1849 se solicita la concesión a la Línea de Madrid a Aranjuez con 49 km; a partir de ahí, el número de solicitudes obligan al gobierno a realizar un proyecto de ley de ferrocarriles.
No obstante, la primera línea ferroviaria española fue propiamente en Ultramar, en Cuba: el ferrocarril de La Habana a Güines, inaugurado el primer tramo hasta Bejucal el 19 de noviembre de 1837, financiado con capital público y tecnología estadounidense y estrechamente vinculado a las explotaciones azucareras del occidente de la isla.
Ancho de las vías férreas
Con la Ley de Ferrocarriles se declaró estándar en España un ancho de vías superior al europeo, que aún se usa en nuestros días. Se dice que esta mayor anchura se eligió para evitar una posible invasión del extranjero por vía férrea, pero la causa real de esta decisión fue que la geografía montañosa de nuestro territorio requería una mayor potencia en las máquinas de vapor, y eso las hacía más grandes y pesadas. Hoy sabemos que en esta decisión había un error técnico: la potencia de una máquina de vapor es mayor cuanto más largo sea el cilindro; hubiera bastado emplear locomotoras más largas, no más anchas.
Esta decisión ha impedido hasta ahora la comunicación directa de la red con la de países vecinos, motivo por el cual cuando se proyectó el AVE se decidió usar el ancho de vías europeo.
Siderurgia
El ferrocarril fue la gran oportunidad perdida por la siderurgia española. La importancia de hierros libres de aranceles establecida por la Ley de 1855 hizo que las empresas se proveyesen en el extranjero. Probablemente la siderurgia española de entonces no estaba en condiciones de haber podido atender este reto.

Industria en España (siglos XVIII y XIX)


El proceso inicial de industrialización, tuvo lugar en cuatro etapas. El proyecto ilustrado de modernización incluyó grandes manufacturas reales de inspiración colbertista, en sectores de interés estatal, como el armamento, los productos de lujo (porcelana, cristal, tapices) y los monopolios públicos (tabaco); mientras que en lo que respecta al sector algodonero (más comparable a las instalaciones textiles de la primera revolución industrial inglesa), afectó sobre todo a Barcelona (fábricas de indianas), pero no tendrá continuidad por razones bélicas. Entre 1830 y 1854, de nuevo Cataluña incorpora algunas innovaciones textiles con la mecanización del algodón; en Asturias se inicia la siderurgia, y en Málaga se crea otra siderurgia que pronto fracasaría. Entre 1854 y 1866, la construcción de gran parte de la red ferroviaria se convierte en el factor principal de unidad del mercado nacional, contribuyendo decisivamente a consolidar la industria textil catalana. Por fin. en el período 1874-1898, se refuerza el proceso de industrialización en los sectores textil y siderometalúrgico de Cataluña y la franja cantábrica, respectivamente, porque son zonas más accesibles a Europa debido a su situación costera septentrional, y en el caso astur-vasco porque, además, es la zona mejor dotada en recursos básicos, como el carbón y el mineral de hierro.
SIGLO XVIII
Barcelona y la vertiente septentrional vasca tenían ya una rica tradición comercial, artesana y de relaciones internacionales con Europa y América, muy propicia a la innovación. Este ambiente favorable acogió en la primera mitad de siglo, en Cataluña, las nuevas técnicas de trabajo del algodón y de la siderometalurgia, que estuvieron a punto de introducirse en Vascongadas y lo hicieron débilmente en Asturias. La guerra de la Independencia primero y las guerras Carlistas después frustraron estos proyectos.
Las primeras manufacturas de indianas y lienzos estampados aparecieron en Barcelona durante el primer tercio de siglo, en los años 1720 y 1730, al abrigo de una política proteccionista, con medidas tales como prohibir la entrada de géneros extranjeros y asignar subsidios a la importación del algodón y de otras materias primas. Según se desprende de las «Ordenanzas de Fábricas de Indianas, Cotonadas y Blavetes», que fomentan la calidad de la producción y obstaculizan la proliferación anárquica de los establecimientos. En 1756 existen ya 15 fábricas con franquicia real, y otras tantas sin ella. En la segunda mitad de siglo sigue la expansión: 25 unidades, de las que 2 se hallan en Manresa y una en Mataró. Se trata de fábricas de escasa dimensión, con 100 telares la mayor, y entre 14 y 50 la mayoría. En 1775, además del número de fábricas de indianas, se sabe que entre todas dan empleo a unas 50.000 personas, en su mayor parte mujeres y niños. En la década de 1780 el número de establecimientos controlados se eleva a 62.
Por lo que respecta a las fábricas de algodón, el aumento es también progresivo: en 1796 hay un total de 135 fábricas de estampado de lienzo y algodón, más 35 fábricas de tejidos de diversos tipos. De acuerdo con este ritmo de crecimiento, Cataluña ocupa en 1780, fecha en que se introducen las primeras máquinas tipo "Jenny", el segundo lugar como potencia algodonera, detrás de Inglaterra. El mercado nacional, y sobre todo el americano, son los clientes del hilado y tejido de algodón, sector que en vísperas de la guerra de la Independencia ocupa a más de 20.000 personas, que trabajan en más de 4.000 telares distribuidos en pequeñas empresas de tipo familiar. La destrucción de la infraestructura textil durante la guerra es el punto final de esta dinámica de corte europeo.
En cuanto a Vascongadas, la Real Sociedad de Amigos del País intenta crear un ambiente propicio para las nuevas técnicas de trabajo del hierro, mediante el envío de «becarios» a Suecia e Inglaterra, y el estudio y la experimentación en el Seminario de Vergara. La mentalidad conservadora de la burguesía y de la nobleza, dueñas de las ferrerías, supone un obstáculo a estas iniciativas, así que la actividad vasca continúa centrada durante el último tercio del siglo XVIII en el comercio que se ejerce desde Bilbao y San Sebastián, en Vitoria y en los puertos secos o aduaneros de Tolosa y Valmaseda, así como en Azpeitia.
Tampoco tienen éxito los esfuerzos realizados en Asturias para modernizar la explotación del carbón e iniciar la siderurgia.
SIGLO XIX
Dos sectores que en el centro europeo aparecen como catalizadores de la revolución industrial, el agrario y el comercial, no sufrieron cambio alguno en la España del siglo XIX. El sector agrario continuó fijado a las estructuras tradicionales de orden técnico e institucional, y por ello no demanda productos de la siderurgia ni de la química. Pero lo más significativo son las estructuras agrarias, caracterizadas por la acumulación de la tierra en régmen de latifundio en la mitad meridional del país, y por la fragmentación de la propiedad en multitud de explotaciones en la mitad septentrional. Se añaden a los hechos anteriores unos bajísimos niveles de renta de los campesinos, lo que reduce también la demanda potencial de bienes para un posible mercado industrial.
Entre otros factores que obstaculizan la modernización, hay que citar la inestabilidad que suponen los numerosos cambios de gobierno, lo que se traduce en una política industrial contradictoria. Al proteccionismo moderado (1802-1819), sucede el liberalismo moderado (1820-1849) y un largo período de librecambismo (1849-1891), para terminar en un cerrado proteccionismo que caracterizará la política económica española hasta mediados del siguiente siglo. A las guerras de la Independencia y Carlistas sucede un ambiente de guerra civil e inestabilidad interior, que, añadido a las guerras coloniales (1813-1824) y a la progresiva desvinculación de América, dura hasta 1876 y acaba con el tenebroso cuadro de 1898.
Con la escasez de capitales y la tardía creación de una infraestructura financiera que pudiera abarcar todo el territorio nacional, se entiende que la iniciativa y financiación de origen exterior tengan un papel decisivo en la explotación de los recursos. La Europa industrial utiliza a España como abastecedora de materias primas, en pocos casos elaboradas, sobreexplotando los yacimientos situados en las proximidades de los puertos.
Entre los minerales que atraen en primer, lugar la inversión y la tecnología extranjeras, aparecen tres: el cobre, el cinc y el plomo. Al oeste de Sierra Morena, en la provincia de Huelva, hay una banda cuprífera que incluye piritas y blendas, cuya explotación la inicia en 1855 una compañía francesa, a la que sucede en 1866 otra inglesa. Esta última creó un complejo químico para la producción de sosa cáustica y de ácido sulfúrico en Tarsis, aunque la producción se exporta en su mayor parte sin manipular. En Río Tinto, al Estado sucede en 1873 un consorcio bancario que se apoya en la experiencia extranjera. En 1881, casi la cuarta parte de la producción mundial de cobre es española, y de ella un 70 por ciento procede de la cuenca onubense. También en Sierra Morena y en las estribaciones costeras de las montañas Béticas (Andalucía oriental y Murcia), abundan las minas de plomo, que serán intensamente explotadas por ingleses y franceses, hasta colocar a España en el segundo puesto de la producción mundial de ese metal. Respecto al cinc, la mayor reserva de mineral localizada en Reocín, permitirá sentar los cimientos de la industria química de Torrelavega (Santander). Hay que añadir a las mencionadas explotaciones el mercurio de Almadén (Ciudad Real), cuya comercialización corre a cargo de la familia Rothschild. Otros minerales no metálicos, entre los que destacan las sales potásicas y la sal común, las magnesitas y el espato-flúor, serán objeto de aprovechamientos ulteriores.
La explotación de los yacimientos de mineral de hierro de Vizcaya y Santander representa la más importante aportación española a la industria europea, concretamente inglesa, pero también es el punto de partida más relevante de la industrialización vasca. El descubrimiento en 1856 del convertidor Bessemer, que mejora la cantidad y la calidad del acero siderúrgico, y que necesita de un mineral no fosforoso, favorece la industrialización de la cuenca de Bilbao-Somorrostro-Galdames-Guriezo y de la bahía de Santander. A fines del siglo XIX, España se ha convertido en el gran exportador europeo, y el capital británico y muy en segundo lugar el francés organizan la infraestructura mercantil, técnica y viaria.